viernes, 16 de noviembre de 2012

LEYES CON EFECTO BUMERÁN


Algunas leyes producen efectos invertidos al que se espera de sus aplicaciones. Eso ocurre con la que ilegaliza los estupefacientes que, en vez de castigar, premia a los mafiosos.
A los políticos les gusta que la gente los idolatre. Y, sin valorar las consecuencias, para ganarse la simpatía del pueblo muchas veces inventan leyes que dichas y escritas se oyen y se ven muy bien, pero que al aplicarlas funcionan mal o producen resultados adversos. En esta Entrada, sin querer justificar cambios ni hacer proselitismo, voy a explicar los resultados de varias cosas que, al ponerlas en ejecución, han producido el llamado ‘efecto bumerán’, o sea que el resultado ha sido invertido al propósito deseado.
La primera prohibición humana que se registró por escrito fue la de enseñarle a leer a la gente del común. Según registros históricos, los monarcas y los sacerdotes, que en esos remotos tiempos eran los únicos autorizados para saber el manejo las letras, estaban seguros que la población rasa se negaría a trabajar si se le enseñaba a leer; y, para evitar esa rebeldía imaginaria, bajo pena de muerte, durante varios siglos prohibieron que la gente del común aprendiera a leer. Pero, no obstante a la enorme lucha de las monarquías civiles y religiosas para impedir el manejo popular de las letras, la gente se las ingenió para que la lectura y la escritura se hicieran normales, y, en vez de lo que creían los monarcas, resultó que entre más culto y capacitado es un pueblo mayor es la producción de su trabajo.
En el transcurrir del tiempo, entre otras cosas, bajo pena de muerte han sido prohibidas la prostitución, el consumo de café, de todas las bebidas con algún contenido de alcohol, la oposición política y/o religiosa, la brujería, la escritura y la lectura de obras que las monarquías consideraran como inadecuadas para el adoctrinamiento social, en fin; la lista de prohibiciones habidas es larga, pero nunca se ha podido controlar el deseo colectivo de la gente y a todas las cosas vedadas y deseadas en masa ha habido que levantarles el entre dicho, es decir, hubo que dejar de prohibirlas. Sin embargo, los líderes políticos no han aprendido la lección del fracaso histórico de las prohibiciones. Por ejemplo, el aborto y el consumo de narcóticos son cosas prohibidas en la mayoría de países del mundo, pero, en la práctica, las hay en todas partes y nadie puede controlarlas.
A nivel mundial, detrás de la ilegalidad de los narcóticos funciona una mafia de mafias. Y aunque los capos y los narco distribuidores asumen casi toda el agua sucia de este delito, lo cierto es que el tráfico de estupefacientes beneficia a una enorme cadena de empresas y personas, anónimas, que no resultan incriminadas en el asunto ni arriesgan mayor cosa pero que terminan siendo más beneficiadas que los propiamente involucrados en ese negocio, como, por ejemplo, es el caso de algunos bancos que, sin mayores dificultades, se lucran con el manejo de dinero ‘sucio’ del narcotráfico; y de fábricas que elaboran los insumos que usan los mafiosos, que tienen la manía de valerse de argumentos o controles legales para venderle sus productos a la mafia a precios especulativos. Además, por ser delito, el narcotráfico produce una gran cantidad de dinero que en su evolución beneficia a banqueros de cuello blanco, paraísos fiscales, políticos, militares, policías, empleados oficiales corruptos, fabricantes y traficantes de armas, sicarios, testaferros, pilotos, transportadores, en fin; la lista de beneficiados con el narcotráfico es enorme.
Pero, si se analiza bien la razón de la ilegalidad de los narcóticos, el resumen es que esa prohibición no es una ley con efecto bumerán, sino un montaje perverso multinacional del que sobresale una mafia que, con engaños, convierte en víctimas a muchas personas ingenuas o necesitadas que terminan muertas o encarceladas por ir en pos de obtener, fácil, un chorro de dinero. Sin embargo, la mayoría de víctimas mortales del narcotráfico son delincuentes de diversas calañas, y casi siempre los capos mafiosos también se convierten en víctimas de su propia mafia. Y, de alguna manera, en últimas, la mayor parte del dinero que les produce a los capos el negocio ilícito, queda en manos de la mafia de cuello blanco: banqueros, grandes empresarios, la Iglesia, poderosos líderes políticos, altos funcionarios corruptos, etc., quienes, en resumidas cuentas, son la intelectualidad mundial de la mafia y quienes más se benefician con la ilegalidad del narcotráfico, y el reparto de esa utilidad es, en realidad, la verdadera razón de esa prohibición.
                                                       
                                          

                                 LA EDUCACIÓN SIN FUETAZOS

 

El gobierno colombiano, mediante una ley que resultó siendo un auténtico bumerán, les prohibió a los padres de familia castigar físicamente a sus hijos. Aunque por la cultura actual se crea que son nocivos, lo cierto fue que, en su ‘vigencia’, los fuetazos paternales, bien administrados, dieron muy buenos resultados en la educación familiar. En mi niñez era normal que los padres, para corregir a los niños, castigaran a sus hijos con fuetazos, más que todo con ramas de escobilla, una mata de tallo flexible que se usaba para hacer escobas, cuyos fuetazos no hacían daños duraderos pero sí causaban mucho dolor corporal e inducían el respeto paternal y con solo ver esas ramas en las manos de sus padres les causaba temor a los ‘pelaos’, quienes, sin chistar, obedecían sus órdenes. Debido a que el castigo solía ser doloroso, con solo amenazarlos con el fuete, los padres conseguían que sus hijos se comportaran bien y, que yo sepa, nadie de mi generación se salvó de unos duros escobillazos por la espalda o por el trasero
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Y nunca supe que alguien se hubiese traumatizado o vuelto loco por haber sido castigado con fuetazos, como lo aseguran los sicólogos, lo cual, sin pruebas que lo demuestren, les sirvió de base o argumento a los políticos para prohibir ese castigo. Al contrario, doy fe de que en la época de mi infancia los niños obrábamos con cordura y respetábamos a los adultos, especialmente a nuestros padres, así como a los profesores y en los colegios no había el fenómeno conocido ahora como ‘Matoneo’, ni mucho menos había niños sicarios, un flagelo que en este país cada día es más común desde que se acabaron los otrora, para los niños, normales y temibles escobillazos.
Actualmente, en Colombia es delito castigar físicamente a los niños. Sin importar la razón, si un padre le da un fuetazo a su pequeño hijo, el niño o cualquier persona puede demandar al castigador y las autoridades lo meten en la cárcel y le pueden quitar el hijo. Los fuetazos se convirtieron en delito porque, según los actuales expertos en educación infantil, el azote traumatiza y hasta puede enloquecer a los niños, pero el verdadero resultado de esa penalización ha sido que los niños les han perdido el respeto a sus padres, a sus profesores y a las autoridades, y, últimamente, desde antes de cumplir quince años, los menores de edad se están convirtiendo en los peores delincuentes de este país.
En las ciudades grandes, la delincuencia organizada está haciendo unos eventos infantiles, llamados ‘Chiquitecas’, en los que los niños consumen cualquier cosa y hacen lo que les dé la gana, los cuales están generando algo así como una incontrolable liberación infantil. Hace poco, la policía de Bogotá allanó una ‘Chiquiteca’ y allí arrestó más de cien menores, casi todos drogados o borrachos, y los concentró en un lugar para que sus padres los reclamaran, pero muchos de los niños no fueron reclamados porque sus progenitores alegaron que no contaban con herramientas legales que les permitieran controlar a sus hijos y que creían que, por los malos pasos en que andaban, para su bien era mejor que los dejaran en la cárcel. 
En las comunas de los barrios marginados de las ciudades grandes, muchos estudiantes llevan puñales y hasta armas de fuego a sus clases, con las que en muchos casos asesinan o amenazan a cualquiera, y ni los profesores ni los padres de familia pueden impedirlo, pues, antiguamente, eso lo arreglaban los padres de familia con fuetazos, pero ahora es delito castigar a los niños, ellos lo saben, ya no le temen a nadie y hacen lo que les dé la gana. El matoneo y las amenazas a profesores, cosas que antes no existían, se han salido de control en numerosos colegios. Muchos aseguran que, por la prohibición del fuete, en Colombia está haciendo falta una ley que proteja a los padres del maltrato y los abusos de sus hijos.
                                       UNA LEY LOBA DISFRAZADA DE OVEJA
Desde quién sabe cuándo, debido a la falta de empleo formal, en Colombia funcionó un modo de convenios laborales, hecho por escrito y autenticado en notaría, que era algo así como una legislación que regulaba el empleo entre trabajadores y empleadores pobres. En tales casos, el ‘patrón’ y el trabajador se ponían de acuerdo en la prestación y pago del trabajo o servicio, hacían un documento con las condiciones del asunto, lo autenticaban en una notaría y listo. Aunque nunca hubo una ley que soportara la legalidad de esos convenios laborales, por mucho tiempo el gobierno los admitió o no se ocupó de ese asunto y, casi siempre, esos acuerdos funcionaron sin mayores complicaciones y dieron resultados simbióticos entre trabajadores y empleadores pobres.
 A simple vista puede parecer muy buena cosa una ley que establezca que todas las personas que trabajen con alguna empresa o persona tengan las mismas prestaciones e iguales derechos laborales; y aún se ve mejor esa norma cuando se afronta una inequidad laboral como la que siempre ha existido en este país. Y así quedó establecido en Colombia desde que la ley 50 de 1.990 reformó el Código Sustantivo del Trabajo, que había nacido en el año 1.950 y que desde entonces no había tenido modificaciones de mayor calado socio laboral. Pero, la norma que parecía ser una bendición laboral para los colombianos más pobres, terminó siendo un nefasto comején para todos los trabajadores de este país.
En cierta forma, la ley 50 fue como una loba disfrazada de oveja. Su contenido, con mucha sutileza prometía beneficios laborales por los que nadie respondía ni eran realizables y, estratégicamente, disimulaba el verdadero propósito de su creación que era quitarle gran parte de las pensiones laborales al Estado colombiano. Hoy en día, debido al efecto de la ley 50, los únicos trabajadores colombianos que en realidad pueden salir pensionados son los empleados estatales. Los demás empleados de este país cotizan, mensualmente, en unas empresas particulares que exigen un mínimo y que no tienen tope máximo, para una supuesta pensión que en resumen es una farsa, pues el monto de la pensión a recibir depende de las utilidades que produzca el dinero cotizado. Y, aunque esas empresas y el gobierno lo nieguen, las administraras de fondos de pensiones pueden quebrar y las cotizaciones de los trabajadores colombianos podrían terminar siendo la mayor estafa de esta nación.
Los políticos que inventaron la ley 50, con bombos y platillos la publicitaron como “la ley justiciera de los trabajadores colombianos”. Y, sin pensar de dónde iban a sacar recursos los empleadores pobres para pagarles a sus ayudantes igual que los empresarios ricos, muchas personas se comieron ese cuento leguleyo que no era mas que una utopía. Aunque es obvio que desde el punto de vista de los trabajadores, sea justo que los patrones les tengan que pagar por lo menos el sueldo mínimo y todas las prestaciones sociales a sus empleados; infortunadamente, la gran mayoría de empleadores de este país son gente pobre, que ni sus ingresos ni los que producen sus actividades les permiten cumplir con las reglas establecidas en el nuevo Código Laboral, que, además de regular los pagos laborales y sociales de los trabajadores, en forma generalizada confirmó un antiguo impuesto de nómina, conocido como ‘Parafiscal’, cuyo tributo se reparte entre varias entidades que algunas de ellas son auténticos nidos de burocracia política, y que al sumarse esos rubros, el porcentaje de impuesto que hay que pagar por tener empleados es más alto que el de la mayoría de los artículos de lujo.
Luego de más 20 años después de su aplicación, el resultado de la ley 50 no podría ser peor para los empleados de este país: Las reglas que estableció, por ser incumplibles para los empleadores pobres, generaron un sin número de trucos en las actividades laborales, y no produjo ninguno de los beneficios sociales anunciados sino que, al contrario, en medidas percápita convirtió a los trabajadores colombianos en los más mal pagados de este continente. 
Aunque la ley 50 perjudicó a todos los trabajadores colombianos, quizá el peor efecto lo sufrió la gente campesina, especialmente las mujeres jóvenes. Las muchachas campesinas, buscando un mejor futuro, desde mucho tiempo atrás emigraban a las ciudades y se empleaban como empleadas de servicio doméstico, la gran mayoría de ellas en casas de gente de estrato social medio-bajo, es decir, de gente que se gana la vida con un empleo digno, pero que no es rica. El resultado de ese trabajo era que, al llegar a la ciudad, las muchachas recibían techo, comida y la oportunidad estudiar y salir adelante, y sus patrones se beneficiaban al poder dejar a una persona que, a la vez que cuidaba la casa –las campesinas solían ser dóciles y honestas-, hacía los oficios domésticos y preparaba los alimentos.
Por lo general, más que todo ellas venían con la intención de estudiar. No querían durar mucho de empleadas caseras y, en poco tiempo, algunas se capacitaban y cambiaban de oficio, y muchas conseguían marido y se independizaban. Por muchos años, el apoyo hogareño que recibían esas muchachas humildes en las casas de familia fue mucho más benéfico que las impagables prestaciones sociales que estableció la ley 50. En la actualidad sale mucho más económico comprar la comida hecha que darles empleo a las muchachas para que la preparen. El resumen es que la ley 50 les cerró el camino honesto de superación a las campesinas dinámicas y las arrastró a la delincuencia, y, por eso, cada día hay más mujeres delincuentes desde que entró en vigencia esa ley.

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EL MOLINO DE LA GENTE (escrito con alfabeto español):
CRÓNICA DE FARSAS Y ABSURDOS HISTÓRICOS (escrita en papel): 
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correos electrónicos del autor edaloes1239@yahoo.es y edaloes1239@hotmail.com